¿Cuándo tengo que ir al psicológo?

Cuando te apetezca.
La respuesta es sencilla porque cada persona vive sus experiencias de forma diferente, por tanto, sólo tú eres capaz de valorar cuando necesitas ayuda profesional, incluso cuando acudes gracias al consejo de alguien cercano tú tienes la última palabra.

Generalmente, la decisión es resultado de un periodo de tiempo donde las cosas cotidianas “no parecen funcionar”.
El malestar parece dominar alguna o todas las áreas de nuestra vida y los problemas en el trabajo, las relaciones con los demás y sobre todo, cómo nos sentimos con nosotros mismos, empieza a hacer mella en el día a día.

Todos queremos sentirnos bien, pero no siempre lo podemos conseguir por nuestros propios medios.

 

Estos síntomas nos pueden servir de aviso para decidirnos.

Tener la sensación de que no controlamos lo que nos ocurre.

Cuando parece que, no importa lo que hagamos, las cosas no están a nuestro favor y no hay nada que podamos hacer para cambiarlas.

 

Falta de control sobre nuestros pensamientos.

Cuando estos son negativos y recurrentes, ya sean sobre nosotros mismos, el futuro o nuestras relaciones con las demás personas:”no hago nada bien”, “nunca conseguiré lo que quiero”, “solo lo hace para fastidiarme”.

 

Sentir que nuestras emociones están descompensadas.

Por ejemplo, sentirnos especialmente tristes ante sucesos cotidianos, que si bien no son agradables, no parecen corresponder con una emoción tan intensa como sería recibir una crítica y sentir profunda desolación.

 

Frecuentes cambios de estado de ánimo.

Sentirnos tristes sin que sepamos a qué se debe. Esto suele generar la sensación de no controlar cómo nos sentimos, como si fuera algo que cambia sin que dependa de nosotros.

 

Cuando no somos capaces de controlar nuestro enfado.

Nos notamos irritables y esto afecta a nuestro estado de ánimo y a nuestras relaciones con los demás. También podemos enfadarnos más de lo que nos gustaría, ya que las consecuencias de hacerlo no nos benefician.

 

Sentir miedo intenso.

Ante ciertas situaciones concretas como hablar en público, conocer a gente nueva, permanecer en sitios cerrados… o incluso más específicas para nosotros como un cambio de residencia, de trabajo, un viaje…

 

Actuar impulsivamente.

Llegando a realizar acciones que perjudican nuestra integridad física, como beber grandes cantidades de alcohol.

 

Creer que estamos en una situación límite para la que no encontramos soluciones.

Constantes discusiones dentro de la pareja, altos niveles de estrés por cuestiones laborales o económicas, continuos problemas en el cuidado de familiares…

 

Pérdida de hábitos saludables necesarios.

Como dormir el número de horas que necesitamos y alimentarnos adecuadamente.

 

Tener síntomas físicos.

Como dolores de cabeza, cansancio, palpitaciones recurrentes… que no se explican por razones médicas.

Por último, aunque no sea una de las razones más habituales para ir a terapia, es igual de importante:

Querer mejorar cualquier aspecto de nuestra vida.

Puede que quieras conocer cuáles son tus fortalezas personales, conocer cómo puedes mejorar la comunicación con las personas que te rodean o simplemente ayuda para plantearte y conseguir tus objetivos vitales.

Un espacio y momento solo para ti

¿Cómo te suena?
Nuestro día lo pasamos en compañía de otros o atendiendo las demandas laborales y familiares.
Dejamos pocos momentos para dedicarnos a nosotros mismos y menos a ser conscientes de nuestros deseos y necesidades.
En la consulta tienes ese espacio para expresar lo que sientes, piensas y poder decir en alto lo que te produce malestar, lo que quieres cambiar.

 

Ana Merillas Psicologa Madrid

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