Por qué no deberíamos.

Pero, ¿En qué nos basamos para decir que ” lo tiene que ser”, tiene que ser?

Detrás de la lógica aparente de las frases anteriores -si te has comprometido a terminar un trabajo, sientes que tienes que hacerlo-, está la realidad científica y ésta no es solo aparente. Si analizamos objetivamente cada uno de nuestros deberías con las preguntas: ¿dónde está escrito que deba ser así?, ¿qué pruebas hay para creerlo? Inevitablemente daremos con la respuesta que desmonte nuestra idea: en ninguna parte, nada ni nadie promete o hace que tenga que ser así.

¿Y si dejamos de utilizar deberías y tengo que?

Si cambiamos nuestros “deberías” por “gustarías”, el significado parece el mismo. Se entiende lo que queremos comunicar y nuestro pensamiento sigue dirigiendo nuestras acciones en la misma dirección. Esta modificación en el lenguaje puede parecer innecesaria o poco importante, sin embargo, no lo es. Cuando no cumplimos con las obligaciones que nos imponemos, que debemos cumplir, tendemos a sentirnos culpables, incompetentes, los sentimientos de frustración aparecen y con ellos se refuerzan ciertas creencias disfuncionales sobre quiénes somos y cuáles son nuestras capacidades. De igual manera, si el mundo, los demás, la vida en general, no nos da lo que debería, nos sentimos enfadados, traicionados y deprimidos.

Identificar nuestros deberías habituales y cuestionar su veracidad, nos hace más libres. No porque nuestros compromisos desparezcan, si no porque varía nuestra manera de sentirlos. Nos liberamos de la frustración, la culpa y de las expectativas poco realistas. Somos más flexibles, no esperamos algo cómo único escenario posible y por ello, somos más capaces de afrontar posibles adversidades.

Demasiados deberías no ayudan a construir nuestro futuro

El autobús no tiene que venir a su hora, nuestra pareja no tiene que saber lo que nos molesta, el mundo no tiene que ser justo. Apuesto que estas son situaciones que a todos nos gustarían y podemos desear que sean así, sin embargo, no se nos deben. Lo curioso de los deberías es que las emociones negativas que muchas veces les acompañan dificultan que consigamos lo que queremos. Si pienso que mi pareja debe saber lo que quiero, no haré por decírselo abiertamente y cuando no actúe como yo espero me enfadaré, lo que afectará a nuestra comunicación. Si el mundo no es justo en las condiciones que creo que debería (por ejemplo: “a las buenas personas no deberían ocurrirle cosas malas”), me sentiré decepcionado y es probable que mi visión del futuro o la vida en general, sea más pesimista.

Deber, como tal, debemos pocas cosas, incluso aquellas que pensamos que estamos obligados a cumplir son opciones. Elegimos como queremos tratar a los demás, cómo queremos comportarnos en nuestro trabajo y cómo vemos el mundo que nos rodea. Sentir que elegimos nos da mayor sensación de control sobre nuestra vida.