Trastorno Límite de la Personalidad (TLP).

Imagina la última vez que te sentiste triste.

Multiplica esa sensación por mil. Recuerda lo que hiciste para estar mejor, por ejemplo coger el teléfono y llamar a alguien, ¿crees que serías capaz de hacerlo si te sintieras mil veces más triste de lo que sueles estarlo?

Es más, ¿crees que serías capaz de hacerlo si no lo hubieras hecho nunca antes?

Así es como vive Ana, siente igual que las demás personas pero ella lo hace de forma más intensa, tanto que le es difícil controlar sus sentimientos y nunca ha aprendido a hacerlo de una forma que no implique más sufrimiento. El alivio que siente cada vez que se hace un corte en la piel, no es nada comparado con la vergüenza y la culpa que siente después.
 

Lidiar con nuestras emociones se ha convertido en algo automático.

No nos paramos a reflexionar si lo que sentimos después de una discusión es rabia, impotencia o ira. Solo sentimos y continuamos el día lo mejor posible: olvidamos el enfado o intentamos resolverlo. En La Herida vemos cómo cualquier emoción, especialmente la soledad, desata una serie de comportamientos que a los ojos de los demás son imprevisibles y exagerados: agresividad, consumo de drogas, chantaje emocional…

La peor parte es que Ana quiere conectar con los demás y es ella misma el obstáculo para conseguirlo. Busca sentirse menos sola y disfruta de la compañía, hasta que una interacción cotidiana le hace sentir vergüenza o vulnerabilidad. Un ejemplo es la escena en la está bromeando con un amigo de su compañero de trabajo: en el momento en el que éste hace un comentario sobre su carácter, Ana abandona la fiesta y vuelve a casa dando golpes a las paredes. Sus emociones tienden a transformarse rápidamente y lo que antes era vergüenza ahora es ira.

La búsqueda de conexión es tan deseada, que las personas con el mismo problema que la protagonista tienden a incrementar el número de comportamientos perjudiciales si creen que con ellos van a poder captar la atención de otros. Por este motivo, el director desechó su idea original de hacer una película documental. Consideraba poco ético hacerla con personas reales si esto podía interferir en su recuperación.
 

Trastorno Límite de la Personalidad (TLP)

La ficción no ha adulterado la realidad. La interpretación de Marian Álvarez es brillante. Con poco diálogo y apenas otros personajes en los que apoyarse, es capaz de hacer una impactante radiografía emocional, y enseñarnos cómo es el día a día de una persona que vive con este problema llamado Trastorno Límite de la Personalidad (TLP)

Vivir con TLP no diagnosticado es como vivir sin tener control sobre uno mismo. Intentas lidiar con el malestar lo mejor que puedes pero te sobrepasa, no tienes las herramientas necesarias para hacerlo adecuadamente. ¿Cómo se llega a esta situación? Pues como en todo lo psicológico, es resultado de lo que nos viene dado y lo que hacemos con ello, es decir, parte de herencia y parte de experiencia o educación.

El principal componente del TLP se ha descrito como vulnerabilidad emocional: hipersensibilidad a las emociones propias y problemas para autorregularlas.

Esto se traduce en dificultades para calmarnos y mantener la atención en lo que queremos a largo plazo. En algún momento todas las personas hemos pensado en decirle cuatro cosas mal dichas a nuestro supervisor o compañera de trabajo, pero en la mayoría de los casos hemos conseguido calmarnos y seguir trabajando, ya que pasado el momento, las consecuencias de haberlo dicho hubieran sido peores.

El trabajo terapéutico con personas con TLP se centra en desarrollar estrategias para identificar y modular las emociones. El objetivo final es poder convivir con esa vulnerabilidad emocional sin que repercuta excesivamente en el día a día, especialmente en las interacciones sociales.

La Herida ha sido una grata sorpresa no solo para los amantes del cine o de la interpretación, también para todos los profesionales de la salud mental y las personas con TLP, porque ha abierto una puerta a la empatía y a la comprensión.